Galicia, una potencia forestal sin explotar
Galicia juega un papel muy relevante en la producción nacional de
madera y posee un potencial de desarrollo del monte muy elevado. Sin embargo,
estamos infrautilizando aspectos positivos y opciones de cara a un mejor
aprovechamiento de la capacidad del monte en su conjunto.
El sector forestal aporta el 3,5 % del PIB de Galicia; genera,
entre empleos directos e indirectos, un total de 70.000 puestos de trabajo, y
alcanzamos el noveno puesto mundial en cuanto a producción. No obstante,
poseemos una estructura sectorial muy desajustada, ya sea en lo tocante a la
propiedad, ya sea en lo que hace referencia a la gestión forestal. Estas
conclusiones fueron desarrolladas, recientemente, en el debate multidisciplinar
organizado por la Asociación de Becarios de la Fundación Barrié, de cara a
presentar un diagnóstico y un plan de futuro de la actividad a la Xunta de
Galicia.
Varios ejemplos llaman la atención de nuestras peculiaridades. En
madera de rollo superamos el 50 % del total español; en madera aserrada, el 43
%; en tableros, el 33 %; en pasta de papel, el 35 %; y en muebles, el 8 %. Es
decir, a medida que se les va agregando valor a las materias primas, perdemos
peso. O, lo que es lo mismo, Galicia y sus empresas no extraen el mayor provecho
a una riqueza existente en su tierra.
Una segunda consideración es la referente a la utilización del
monte. Los datos proporcionados por las empresas y por los investigadores sitúan
Galicia como una región forestal escasamente aprovechada. El 30 % de la
superficie forestal es improductiva. Si lo comparamos con Finlandia (solo el 12
% es improductiva), Austria (14 %), Suecia (18 %), o Estados Unidos (21 %), nos
damos cuenta del potencial que poseemos y que, en la actualidad, no hemos
conseguido poner en valor.
Si nos centramos en la estructura de la propiedad, nos
encontramos con otro de nuestros rasgos estructurales negativos. El propietario
gallego medio posee dos hectáreas repartidas en ocho parcelas, y solo un 3 %
participan en fórmulas de cooperación con otros propietarios. En consecuencia,
sería conveniente apostar por una cooperación en la gestión de las parcelas,
dentro de una planificación conjunta de la explotación de los terrenos para
poder aumentar la productividad y ser más competitivo. Tales circunstancias
hacen que la productividad del monte gallego se sitúe por debajo de otros
países. A modo de ejemplo, la productividad del pino gallego está por debajo de
Brasil, Nueva Zelanda y Chile; y en el caso del eucalipto, por detrás de Brasil,
Nueva Zelanda, Sudáfrica y Chile.
Las vías para reconducir los problemas estructurales pasan, a
juicio de los empresarios y expertos reunidos el otro día, por conseguir, de
entrada, una certificación del monte. A modo de ejemplo, se puede decir que solo
el 7 % de la superficie gallega está certificada, frente al 93 % que posee
Finlandia, el 70 % de Alemania, el 69 % de Suecia, el 66 % de Austria o el 40 %
de Francia. Tales diferencias nos colocan en una situación de difícil
competencia y posicionamiento. Al avanzar por esta vía, aumentaríamos tanto la
superficie como la cantidad de madera certificada, alimentando el asociacionismo
de los propietarios forestales.
Como bien apuntó un experto, «hay que dar mayor aprecio a lo
rural» y, como apostilló un empresario, es preciso incrementar «la valorización
integral del monte». En este sentido, en la reunión de los becarios de la
Fundación Barrié se ha hecho mención de los productos no madereros existentes en
el bosque. Alcanzan al 25 % de su valor. Nos estamos refiriendo tanto a los
productos alimenticios (castañas, hongos, miel, plantas ornamentales, carne de
caza) como a productos medicinales, vegetales, etcétera. Es decir, un amplio
abanico de posibilidades que, potenciadas correctamente, ayudarían a revertir la
situación actual de despoblamiento rural y acentuarían el valor de ciertos
productos que en la actualidad empiezan a poseer una demanda creciente.
En suma, un conjunto de carencias y de fortalezas referidas al
aprovechamiento forestal sobre las que, como conclusión, se puede decir que
tenemos un oro verde calculado en más de 2.000 millones de euros, que podemos
ejecutar de inmediato y que todavía estamos pendientes de cómo enfocar,
desarrollar y vehiculizar su riqueza. Como dice algún amigo, «todavía estamos a
tiempo». Esperemos que no se pierda la oportunidad.
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